José María Albareda


En el vasto campo de la ciencia española del siglo XX, pocos nombres han dejado una huella tan profunda como la de José María Albareda. Nacido en Caspe en 1902, este científico, docente e intelectual aragonés fue mucho más que un investigador: fue un sembrador de conocimiento en un país que necesitaba con urgencia estructuras científicas modernas.

Investigación y enseñanza

Desde joven, Albareda demostró un talento excepcional para las ciencias, obteniendo los doctorados en Farmacia y Ciencias en los años veinte y treinta. Su formación lo llevó por prestigiosos centros europeos, como la Universidad de Bonn, la Eidgenössische Technische Hochschule de Zúrich y la Universidad de Königsberg. Su paso por estos laboratorios le permitió adquirir un conocimiento de vanguardia en edafología, la ciencia que estudia los suelos, un campo esencial para la agricultura y la ecología.

Pero Albareda no solo se quedó en la investigación. También fue un apasionado docente que dejó su impronta en diversas instituciones educativas. Desde sus inicios como profesor en el Instituto de Huesca hasta su cátedra en la Universidad de Madrid, su vocación por la enseñanza fue inseparable de su labor científica. Constructor de la Ciencia Moderna en España.

CSIC

El gran desafío de Albareda llegó en 1939, cuando el ministro de Educación José Ibáñez Martín lo llamó para desempeñar un papel crucial en la refundación de la ciencia en España. Así se convirtió en el primer secretario general del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), una institución clave que, bajo su dirección, se convirtió en la columna vertebral de la investigación española. Su objetivo era claro: restaurar el prestigio de la ciencia en un país devastado por la guerra y crear un sistema que impulsara la formación de nuevos científicos.

El CSIC, que comenzó con apenas unos institutos, creció hasta contar con 188 centros de investigación en toda España y cientos de científicos trabajando en proyectos de vanguardia. Albareda comprendió la importancia de enviar jóvenes talentos al extranjero para formarse y regresar con nuevos conocimientos, algo que transformó la comunidad científica nacional. Hombre de Ciencia y de Fe.

Sacerdocio

Más allá de su papel como científico y gestor, José María Albareda también fue un hombre de profundas convicciones. Su relación con San Josemaría Escrivá de Balaguer lo llevó a ser uno de los primeros miembros del Opus Dei en 1937, y en 1959 decidió ordenarse sacerdote. No dejó por ello su labor intelectual, sino que combinó la vida académica con su vocación religiosa. En 1960, fue nombrado rector de la Universidad de Navarra, institución a la que impulsó hasta convertirla en un referente de la educación superior en España y el mundo.

José María Albareda falleció en 1966, dejando un legado inmenso en la ciencia y la educación. Su trabajo permitió que España diera un salto cualitativo en la investigación, y su visión de una ciencia con valores sigue siendo una inspiración.

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