Entre aquella multitud de santos destaca San Columba, patrono a la vez de Irlanda y Escocia. De sangre real, impulsiva y orgullosa, Columba dejó su tierra para hacer penitencia por sus pecados y convertir a los pictos, el temible pueblo bárbaro y pagano que poblaba la actual Escocia.
Asombrosamente, un puñado de pobres monjes contemplativos convirtió a un país entero, sin más armas que su oración, su trabajo, su pobreza y su fe. Desde el monasterio que fundaron en la pequeña isla de Iona, Columba y sus hermanos marcharon en todas las direcciones a anunciar a Jesucristo y cambiaron la historia.
Este libro, ameno y fácil de leer, descubre un mundo desconocido para los lectores actuales, en que la fe era recia, los milagros frecuentes y la presencia de Dios casi se podía tocar.